La intensa transformación experimentada por el sector bancario español puede resumirse en tres claves: mayor capitalización (la media en el sector CECA a cierre de 2015 es del 12,86%); mayor consolidación (las cajas de ahorros y bancos creados por éstas han triplicado su tamaño medio desde 2008); y menor capacidad instalada (al reducirse casi un 40% el número de oficinas y más de un 36% el número de empleados). Estos datos ponen de manifiesto la intensa preparación del sistema bancario español de cara al desafío que supone la Unión Bancaria Europea (a diferencia de los sistemas financieros de algunos países de nuestro entorno, que en ningún modo pueden acreditar el esfuerzo de transformación y saneamiento desplegado por el nuestro).

La vieja consigna de crear un mercado bancario único está hoy más cerca que nunca de hacerse realidad. La Unión Monetaria, el intenso pro ceso armonizador impulsado por la Comisión Europea, la actividad regulatoria de las autoridades europeas de supervisión y, finalmente, la Unión Bancaria han terminado por configurar un marco compartido por todas las entidades financieras europeas que, consecuentemente, afrontan problemas y retos comunes. Siendo éstos muchos, los más destacables se pueden resumir en tres: rentabilidad, digitalización y reputación.

El retorno a niveles de rentabilidad más satisfactorios es el principal reto para el sistema bancario europeo. La actual coyuntura de bajos tipos de interés, sin perspectivas de cambio a corto plazo y unida a una lenta recuperación económica, no conforma el contexto más favorable para el negocio. Por ello, a las recetas habituales sobre contención de costes resulta imprescindible sumar soluciones alternativas. Y en este sentido, comienza a apreciarse un interesante rediseño de la oferta comercial por parte de las entidades financieras, en beneficio de nuevos productos y servicios que permiten alcanzar un mayor nivel de vinculación de los clientes. En definitiva, una adecuada diversificación de la oferta, que permita una equivalente diversificación de ingresos, resulta imprescindible para superar esta etapa de dificultad en cuanto a la rentabilidad. Las entidades bancarias tenderán a recomponer el equilibrio entre margen de intereses y comisiones para dar más peso a estas últimas en sus cuentas de resultados.

La transformación digital es otro de los grandes desafíos. Las nuevas tecnologías y el big data plantean oportunidades de estar más cerca de los clientes y ofrecerles un servicio más personal, satisfactorio y rentable. Pero, por encima de todo, la digitalización es la respuesta necesaria a los nuevos hábitos y demandas de los clientes: relación multicanal y máxima exigencia con la calidad del servicio. Aún está por ver el impacto real que va a suponer en la actividad bancaria el proceso de innovación tecnológica. Pero una cosa es bien cierta: que las entidades financieras están llamadas a combinar las herramientas bancarias tradicionales con las digita les. Sólo así podrá configurarse un modelo bancario competitivo. En esta combinación de canales, tradicionales y digitales, las sucursales subsistirán, pero sólo en la medida en que sepan operar como centros de servicios mejorados, orientados a un asesoramiento de alta calidad para los clientes.

Por último, el sector financiero afronta el desafío de recuperar su reputación y prestigio como industria. Las entidades asociadas a CECA vienen acreditando su contribución a la recuperación económica a través de una sostenida reactivación del crédito nuevo concedido a la economía real, especialmente familias y pymes. Pero también por medio de los más de 700 millones invertidos en 2015 en Obra Social. Una y otra son activos apreciables, con indudable valor social, sobre los que asentar la certeza de que el sistema banca rio constituye una pieza clave para el desarrollo económico y la generación de bienestar.