En una reciente intervención en la Asamblea General de CECA, Antón Costas, actual presidente del Consejo Económico y Social, y posiblemente uno de los economistas más humanista de nuestro panorama intelectual, se refería a la Obra Social como el segundo pilar del estado del bienestar. Sin duda, una afirmación que evidencia la labor trascendental que la Obra Social desarrolla en nuestro país. Sin embargo, y como revela el último sondeo de opinión realizado por CECA, la dimensión y alcance de la obra social siguen siendo, con matices, relativamente desconocidos. Desde esta perspectiva, parece oportuno aprovechar estas líneas para repasar someramente qué es la Obra Social, cuál ha sido su trayectoria y cómo contribuye a reforzar el estado del bienestar.
La Obra Social es el conjunto de actividades de carácter benefico-social que desarrollan hoy las fundaciones bancarias adheridas a CECA. Entre éstas, sobre todo, las de carácter asistencial, pero también las relativas a la educación, investigación, promoción cultural y, más recientemente, la protección del medio ambiente. Su origen se remonta a principios del siglo XVIII con la aparición de los Montes de Piedad, las entidades que se consideran su base ideológica ya que surgieron como elementos de desarrollo social dirigido a las personas más vulnerables. Tres siglos después, esta misión sigue estando tan vigente como entonces.
Históricamente, la Obra Social ha sido desarrollada por las Cajas de Ahorro pero con la entrada en vigor en 2014 de la Ley de Cajas de Ahorro y Fundaciones Bancarias, aquellas se desdoblaron en dos entidades distintas: las entidades de crédito, que son las que prestan los servicios bancarios y las fundaciones bancarias, que gestionan la Obra Social. A pesar de esta separación de facto, se mantiene sin embargo el vínculo entre ambas entidades para garantizar que los beneficios del negocio bancario sigan revirtiendo a la sociedad. Así, las fundaciones mantienen una participación significativa en el capital de los nuevos bancos lo que les permite financiar un parte importante de su actividad vía dividendos de las entidades participadas.
Transcurridos ya ocho años desde esta reforma, hay consenso en afirmar que el nuevo modelo ha contribuido de manera efectiva a preservar el propósito fundacional de la Obra Social. En este sentido, hay que recordar que, desde sus inicios, su misión prioritaria fue la de suplir la deficiente provisión de servicios públicos que durante mucho tiempo había caracterizado a nuestro país. De esta manera, la Obra Social asumía por norma general, la función que tendría que haber desempeñado el Estado en determinados ámbitos, pero especialmente con aquellos sectores más desfavorecidos. Posteriormente, con el desarrollo del estado del bienestar, el sector público ha ido asumiendo un protagonismo creciente en el ámbito social, pero la Obra Social ha seguido manteniendo un papel esencial como complemento de la acción de las diferentes administraciones públicas.
Así, es ilustrativo que desde la creación de las fundaciones bancarias en 2014, la inversión de la Obra Social haya alcanzado un importe equivalente al 28,6% de los Presupuestos Generales del Estado destinados a Servicios Sociales y Promoción Social durante el periodo; en total una inversión de 6.172 millones de euros que ha permitido situar a la Obra Social de las entidades CECA, año tras año, como el mayor inversor social privado de nuestro país.
Al margen de su contribución económica al estado del bienestar, la Obra Social también lo complementa en la medida que se focaliza en atender aquellas necesidades que, por lo general no pueden ser abordadas por el sector público, o de serlo, son atendidas de manera básica dadas las complejidades que encorsetan en muchos casos las políticas públicas, entre éstas, las presupuestarias, las burocráticas, las políticas y, en general, las derivadas de un enfoque, por momentos, excesivamente generalista. Desprovista de estos constreñimientos, la obra social puede actuar de manera más segmentada y flexible, adaptando sus programas a las demandas específicas de la sociedad y reorientándolos con agilidad cuando las urgencias sociales lo requieren. Esto último quedó patente durante los primeros meses de la pandemia y más recientemente con la guerra de Ucrania.
235 millones de beneficiarios desde 2014
Además, gracias a su alta capilaridad y arraigo territorial, la Obra Social de las entidades CECA mantiene una estrecha cercanía con los colectivos asistidos lo que le permite detectar de manera anticipada sus necesidades y atenderlas de manera proactiva. Todo esto explica, por ejemplo, porque en los últimos años, como respuesta al fuerte aumento de la desigualdad social en nuestro país, los programas de la Obra Social hayan podido priorizar la atención a los colectivos más vulnerables, es decir, las personas en riesgo de exclusión social, las personas con necesidades específicas, los mayores de 65 años o la infancia y juventud. Así, en 2021, estos colectivos concentraron el 60% de la inversión total, un porcentaje que se mantiene relativamente estable desde la reforma de 2014 y que, desde entonces, ha permitido llegar a más de 235 millones de beneficiarios, es decir, el equivalente a la población actual de Brasil.
A la vista de lo expuesto, podemos decir por tanto que, por su trayectoria histórica, su contribución económica y el valor diferencial de su labor asistencial, la Obra Social que realizan las entidades de CECA cumplen un papel esencial en nuestra sociedad contribuyendo, de manera tangible, a su vertebración y cohesión. Y aunque en la actualidad, con el auge de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), se están generalizando las iniciativas empresariales de carácter voluntario para contribuir a la mejora social, esta labor no es todavía comparable, ni por su amplitud ni por su impacto, con la desempeñada por la Obra Social. Sin embargo, es de esperar que las actuaciones sociales del sector privado se refuercen y consoliden a lo largo de los próximos años Sin lugar a dudas, en esta andadura, la Obra Social, como pionera histórica de la RSC, puede ser el referente a seguir.
Alberto Aza es portavoz de CECA