Son el espejo donde mirar para ver los orígenes de la banca: tienen un gran arraigo territorial y ofrecen un servicio personalizado y de calidad, especialmente con quienes más lo necesitan. Viajamos hasta el pequeño pueblo de Las Ventas de Retamosa para conocer su trabajo.
El futuro no era que cada persona tuviera en su puerta un par de coches voladores o que viviera en una casa flotante. No era viajar en un pestañeo y aparecer en el otro lado del mundo. El futuro era despersonalización, invertir horas de un tiempo que no tenemos en atascos y convertirnos en seres dependientes de las máquinas. Vamos a la compra, echamos gasolina, compramos online… Y todo lo hacemos sin interactuar con nadie. Desde las medianas y grandes ciudades esto se tiene totalmente normalizado, pero existe un mundo mejor. Y se encuentra en ese lugar que se conoce como la España vaciada. Y que, injustamente, muchas veces se menosprecia.
En las zonas rurales, esas grandes olvidadas, todavía queda un rastro de humanidad, un apego inconmensurable a las relaciones sociales, sin redes, sin likes, sin historias efímeras. Personas que saludan al panadero por su nombre. Pacientes que no necesitan esperar a que el doctor lea su historial en el ordenador, porque conoce al dedillo sus antecedentes. Banqueros que te avisan del vencimiento de un recibo. Lo que importa son las personas.
UNA APUESTA POR UN TRATO MÁS HUMANO Y PERSONALIZADO
A estos pueblos de la España vaciada no han llegado las grandes cadenas de supermercados. Sobrevive el economato de toda la vida, regentado por Antonia, Paco o quizá la nieta de Herminia, que probó suerte en la gran ciudad y descubrió que las capitales no estaban hechas para ella, que la vida en el pueblo era mejor.
Y volvió, sumando así su historia al corazón de un pueblo que, aunque el paso del tiempo lo quiera matar, sigue latiendo con más pasión que nunca. Porque quien se queda aquí, quien curte su historia en los caminos empedrados de su pueblo, es quien ama realmente el lugar. No importa si firman toda su vida en ese municipio, si regresan después de unos cuantos años fuera o si lo toman de préstamo durante una etapa. En los pueblos todo el mundo es bienvenido y todos forman parte de la familia.
Tampoco hay hospitales, ni mucho menos franquicias de comida rápida. El bar de siempre, ese no falta, al igual que tampoco lo hacen los vecinos asiduos que cada domingo por la tarde siguen yendo a tomar el vermú, la caña o el refresco por menos de un euro. Y si es con una tapa de un buen embutido local, mejor que mejor.
Pero hay algo que sigue haciendo falta en estos pueblos: el dinero. Aunque aguantan estoicos ante un mundo cada vez más y más capitalista (ellos no viven en la carrera de la rata, y menos mal), sí necesitan dinero para todo. Como todos. El mundo actual no se lo pone fácil a una población, en la mayoría de ocasiones, envejecida y sin conocimientos de las herramientas digitales. Según el Banco de España, 1,3 millones de personas se encuentran en situación de vulnerabilidad en cuanto al acceso al dinero en efectivo y otros servicios financieros.
Por esta razón, las entidades financieras no han abandonado estas zonas y han continuado prestando servicio, fieles a su compromiso con los territorios, ofreciéndolo de manera distinta. En este sentido, las entidades asociadas a CECA (CaixaBank, Kutxabank y Cajasur Banco, Abanca, Unicaja Banco, Ibercaja Banco, Caixa Ontinyent, Colonya Pollença y Cecabank) cuentan con iniciativas desde hace varios años para garantizar el acceso a servicios básicos, como la retirada de efectivo, la domiciliación de recibos o la realización de un ingreso.
Este es el motivo por el que es tan importante la figura de los agentes financieros en los pueblos de la España vaciada, ya que permiten que los vecinos sigan operando con sus finanzas con normalidad.
EL PAPEL DE LOS AGENTES FINANCIEROS EN LA ESPAÑA MÁS RURAL
Las entidades que operan en zonas rurales juegan un papel diferente al de las sucursales de las grandes ciudades. Con un trato muy cercano y personalizado ayudan a la población, atienden sus necesidades y siguen proporcionando un servicio imprescindible para todos.
Así lo explica Luis Dorda Echavarri, agente financiero de Unicaja Banco en Las Ventas de Retamosa, un pequeño municipio de Toledo con apenas 3.600 habitantes. Dorda afirma que “trabajar en una entidad rural en un municipio de este tipo es atender necesidades, sobre todo de las personas mayores: salir al cajero con ellos, enseñarles los nuevos modelos o explicarles cómo funciona la banca digital”.
Los agentes financieros siempre están disponibles, a todas horas y en todas las circunstancias, porque son parte esencial de la comunidad y por eso su vocación es dar soluciones a sus vecinos y a sus finanzas, un trabajo que es, ante todo, ayuda y apoyo.
En muchos casos, además, son personas con arraigo territorial, muchas veces lugareños del municipio. Trabajan de manera autónoma, pero con el apoyo de las entidades bancarias, para ofrecer la máxima cobertura y la mejor calidad a sus habitantes.
Una calidad que rebaja protagonismo a la automatización y pone todas sus cartas en la personalización, en el trato humano, en la confianza de ese agente financiero, que también es vecino. Muchos de ellos, incluso, ofrecen su número de teléfono móvil personal a quienes lo necesiten, porque, por encima de ser sus clientes, son sus amigos.
La inclusión financiera es ahora más importante que nunca. Ellos son una de las soluciones al cierre de sucursales en las zonas menos pobladas, junto a otras como son: el servicio de efectivo que las entidades ofrecen a los clientes en las oficinas de Correos, lo que se conoce como Correos Cash; el cash-back, un sistema que se realiza en colaboración con comercios o establecimientos de restauración, permitiendo al ciudadano pagar con tarjeta un importe superior a su compra para recibir la diferencia del pago en efectivo; y los ofibuses, oficinas móviles que garantizan el servicio en la red rural y favorecen la cercanía con el cliente.
Ellos son parte del futuro, los que siguen haciendo que la vida sea más amable, más humana, menos rara, como decía esa canción que ya ha envejecido también, aunque la escuchamos en lo que para nosotros fue hace un suspiro. Ellos ponen su granito de arena para que la vida en el pueblo siga siendo un oasis en pleno desierto de humanidad, la calma en una tormenta marcada por el ritmo frenético de las capitales, la esperanza en un mundo de likes y selfies porque lo importante realmente son las personas.