Un siglo lleva funcionando en Colombia la Fundación Grupo Social. La creó un sacerdote español para atender las necesidades de los más pobres. Desde entonces, ha constituido un emporio que mantiene sus objetivos fundacionales.
No es la parábola de los talentos, pero se parece mucho. La parábola, como se sabe, enseña que los dones que concede el Señor a sus súbditos deben entregarse a los banqueros para que fructifiquen. Hace ahora 113 años, el sacerdote jesuita español, José María Campoamor, cumplió el mandato, relatado en el evangelio de San Mateo, y el resultado es hoy la Fundación Grupo Social. La Fundación es una de las primeras entidades financieras de Colombia sin que haya perdido su ideario fundacional. Su presidente, Juan Carlos Gómez Villegas, acaba de estar en Madrid, en la sede de la CECA, la asociación de cajas de ahorros y bancos creados por las propias cajas, como CaixaBank, Unicaja o Ibercaja, a su vez miembro del Instituto Mundial de Cajas de Ahorros y Bancos Minoristas (WSBI, por sus siglas en inglés), presidido por Isidro Fainé. Esta asociación internacional es la mayor de banca minorista del mundo y ofrece servicios financieros principalmente a pymes y familias. Las entidades miembros del WSBI poseen un total de 13,25 billones de dólares en activos, dan trabajo a 2,1 millones de empleados y atienden a 1.400 millones de clientes en 69 países a través de una red de más de 200.000 oficinas.
PREGUNTA. ¿Cómo es posible que una institución como la suya siga en funcionamiento más de un siglo después?
RESPUESTA. La organización la creó el padre José María Campoamor, muy influenciado por lo que vio en los círculos de obreros católicos en Europa y las cajas de ahorros. Desde el primer momento, vio que había que fomentar la actividad productiva era clave para el desarrollo de las personas menos favorecidas. Lo primero que hizo al fundar el Círculo de Obreros de San Francisco Javier fue crear la sección de ahorros del Círculo de Obreros, que es el Banco Caja Social. La Fundación tiene dos formas de actuación en la sociedad, una el trabajo directo con comunidades y otra de carácter empresarial. Las empresas no son simplemente las financiadoras de la obra de la fundación, sino que son parte integral, parte esencial de la obra social de la fundación. Esto ha funcionado durante 113 años porque ha logrado consolidar un sistema de gobierno sólido, porque la Fundación, como todas las fundaciones, no tiene dueño.
P. ¿Alguien mandará?
R. Tenemos dos consejos, además de tres órganos de gobierno. Los tres órganos son el Consejo Social, conformado por siete personas de altísimas calidades, totalmente independientes de la administración de la organización y un Consejo Directivo, que es el órgano que yo diría hace las veces como de junta directiva de la organización, también siete personas completamente independientes de lo que pasa en la administración de la organización. Por último, tenemos la presidencia de la Fundación, que es el órgano ejecutor de las políticas que se toman. Funcionan con un sistema de pesos y contrapesos entre ellos. Uno es una autoridad técnica y el otro es más autoridad axiológica, de rumbo. Eso no existió desde siempre, pero se ha venido consolidando y hoy tenemos un sistema robusto y maduro que ha permitido que tengamos lo que tenemos.
«La Fundación ha creído que las empresas deben generar un impacto sí o sí en la sociedad y cumplir una función social»
P. ¿Qué tiene más peso la división financiera o la estrictamente empresarial, digamos de gestión del día a día de las empresas?
R. La fundación es al tiempo una ONG y la matriz de un grupo empresarial. Las empresas existen porque la Fundación las crea para su propósito. El propósito es contribuir a superar las causas estructurales de la pobreza para construir una sociedad justa, solidaria, productiva y en paz. Ese es nuestro propósito en la organización. A eso nos dedicamos los 9.300 que trabajamos allá todos los días. El sector financiero desde siempre, desde la época de Campoamor, ha sido muy importante porque el ahorro es la palanca para que una familia pobre pueda superar sus condiciones de exclusión y de pobreza. Pero también estamos en otros sectores, como la construcción de viviendas y estamos poniendo un piecito en el sector de turismo. También hemos sido muy fuertes en el sector asegurador ya desde la época de Campoamor, con mutualidades constituidas por los mismos obreros. Se dedican ya a la protección en seguros de decesos, como dicen en España, o en aseguramiento del desempleo. También para protección para la jubilación, incluso antes de que se construyera un sistema de seguridad social en Colombia.
P. ¿Cómo se compagina esa búsqueda del interés social con la rentabilidad y la solvencia financiera?
R. Esa es una gran pregunta. Las empresas en la Fundación no son simplemente fuente de financiación, son parte integral de su obra. No son un accidente, son deliberadamente escogidas y cumplen una función social. La Fundación ha creído que las empresas deben generar un impacto sí o sí en la sociedad y cumplir una función social. La primera, resolver verdaderas necesidades. No preguntar simplemente qué puedo vender, sino qué solución voy a ofrecer frente a un problema real que tengan las personas. Y eso pasa por escoger sectores, el sector financiero o el de protección social. Lo que hacemos es identificar el segmento base de la pirámide social. Familias de bajos ingresos y unidades productivas pequeñas. Las empresas más pequeñas, informales inclusive. A esas se dedica el Banco Caja Social Colmena Seguros, que es otra de las empresas de la organización de construcciones. Las empresas se enfocan entonces a los sectores o a los segmentos que otros o no quieren o no pueden atender.
P. Tratándose de un banco vigilado por las autoridades de regulación, no debe ser fácil asegurar la solvencia.
R. No es que trabaje a pérdidas. Muchas personas confunden lo que son las entidades sin ánimo de lucro. Quien no se debe lucrar es el dueño o quien constituye la entidad o quien la administra.
P. ¿Son rentables?
R. Nuestras empresas tienen que ser rentables. Y entonces ahí va la segunda función de las empresas. La primera, resolver necesidades. La segunda es generar riqueza, la máxima para la sociedad, la justa para el dueño. No es negociable para una empresa no producir para la sociedad lo máximo que pueda producir. Es como la parábola de los talentos. Sí, ahí están los talentos, hay que ponerlos al servicio de la sociedad. Y un poco un empresario es el titular, digamos que de unos talentos. No es negociable que no lo haga de la mejor manera posible y de producir. La Fundación misma se ha preguntado cuál es el retorno justo de sus inversiones de capital y ha encontrado una tasa para cada tipo de empresa en cada sector, que es la que considera justa de retorno y que se compadece, por supuesto, de los riesgos del tipo de actividad en la que se encuentra cada empresa y que contempla también una utilidad. Y nosotros tenemos una tasa calculada de reserva. Ni siquiera nuestras empresas saben qué tasa esperamos. Es algo que gestionamos en la Fundación y que nos permite tener margen de maniobra. Si hay algo más de rentabilidad en el mediano y largo plazo de las empresas, tenemos algo más que distribuir. Las empresas deben generar para la sociedad en su conjunto la máxima riqueza posible y para el dueño, la justa. La tercera razón por la cual la Fundación tiene empresas es constituir una comunidad de personas. Cuando uno compara, por ejemplo, nuestras empresas con las del sector, y hablo particularmente del Banco Social como un ejemplo, mientras que el 80% del sistema financiero colombiano se dedica a atender a la banca corporativa, incluso la banca estatal o a la banca de altos ingresos, yo diría el 90% del Banco Social está dedicado a las familias que tienen entre dos y cuatro salarios mínimos de ingresos y a las unidades productivas más pequeñitas.
«La Fundación fue solidaria. Al tercer mes, viendo que el covid iba para largo, dijimos: ‘quien pueda pagar que pague y condonamos el 30%»
P. ¿Cómo afrontan las crisis, que siempre castigan más a los pobres que las rentas altas?
R. La pandemia es un ejemplo. Déjame describirlo con un ejemplo. En abril de 2020, un mes después de que comenzara la pandemia, tuvimos unas restricciones muy severas en el país. Y entonces, como es lógico, nuestros clientes, que están en la parte baja de la pirámide social, estaban encerrados en sus casas sin posibilidades de salir. Ni siquiera para conseguir lo necesario para hacer su mercado, para pagar los servicios, y menos para pagar las cuotas de sus créditos. ¿Qué vamos a hacer?, nos preguntamos Y nos acordamos de nuestro eslogan, el banco amigo. ¿Y qué hace un amigo? Les dijimos a nuestros clientes: ‘ocúpese de su salud, ocúpese de cuidarse: después hablamos’. Les dijimos lo mismo a quienes tenían créditos con nosotros. Y lo que hicimos fue condonar el 50% de los intereses de la cuota mensual en abril. La Fundación fue solidaria con sus clientes. Al tercer mes, y viendo que todo iba para largo, dijimos: ‘el que pueda pagar que pague y le condenamos el 30% de los intereses de la cuota. Lo que sucedió es que una gran parte de los clientes del banco se acercó a pagar sus créditos.
P. Me temo que con lo exigentes que son las autoridades de supervisión eso sería impensable en España o Europa.
R. Las regulaciones prudenciales en Colombia son muy exigentes también y esto nunca puso en riesgo, digamos, la solvencia ni la liquidez del banco para asumir todas sus obligaciones. En aquellos momentos, la Superintendencia Financiera de Colombia, la autoridad de los bancos, aprobó algunas regulaciones para el acompañamiento de los deudores, a los cuales se acogió el Banco Social, como toda la banca, y fueron muy positivos, muy positivos. La donación del 30% estaba dentro de nuestras posibilidades y en esos momentos ya los clientes empezaron a pagar. Pero vimos que las vacunas estaban muy lejos de llegar y muchos de nuestros 600.000 seguían con problemas, y entonces nos volvimos a preguntar qué hacíamos, pero más estructurales. Y descubrimos que aliviando el flujo de caja de nuestros clientes durante seis meses, muchos salían adelante. Hicimos cuentas y la Fundación, como dueña del banco, decidió pagar en nombre de todos los 600.000 clientes el 25% de las cuotas durante medio año sin exigir nada a cambio.
P. ¿No subió la morosidad?
R. Solo exigimos que los clientes cumplieran con su 75%. Y así ocurrió. Eso para la Fundación fue un esfuerzo enorme que llegó a los 100 millones de dólares. Después de esos seis meses, los clientes volvieron a retomar sus cuotas del 100%. El 96% de los clientes del banco retomó sus cuotas. La fundación jamás cobró un peso de lo que ella puso en nombre de sus clientes. Ese año, el banco fue uno de los menos rentables de todo el sistema financiero colombiano, con un ROE (rentabilidad sobre recursos propios) cercano a cero. Pero al año siguiente volvió a ser normal. Hoy, es un banco muy rentable, uno de los tres o cuatro más rentables del sistema y respondimos a nuestro eslogan: el banco amigo.
«La Fundación acompaña a las comunidades y a las personas de menos oportunidades para que se vuelvan gestoras de su desarrollo»
P. ¿Cuáles son sus relaciones con el resto del sector financiero privado? Aunque su modelo no es el mismo de las antiguas cajas de ahorros, en España hubo tensiones entre estas y los bancos, que las acusaban de competencia desleal.
R. Hubo una reforma normativa en el año 90 que obligó a las cajas de ahorros de aquella época, que eran dos o tres, a convertirse en bancos, entonces ya no tenemos cajas de ahorros, tenemos bancos dedicados al segmento retail en Colombia. Yo diría que el sector financiero colombiano es competido. Nuestro banco, el Banco Social, es el mejor en nuestro segmento.
P. Entiendo que su modelo de negocio no tiene nada que ver con el de las cooperativas. En España, tenemos casos de éxito.
R. En Colombia también hay, pero no, no es un modelo cooperativo. Es un banco que funciona como sociedad anónima por acciones. El dueño es la Fundación Grupo Social. Hay algunas entidades que funcionan de forma cooperativa, pero son pocas.
P. ¿Cómo se encuentra la situación económica en Colombia?
R. Sin ser un experto en el tema, tenemos una situación de inflación alta, cercana al 9%, con tasas de interés aún muy elevadas. El tipo de intervención que está en el 11,75, aunque ya con una curva a la baja. Hoy vemos que la economía comienza gradualmente a recuperarse. Pero es una situación compleja. Las empresas tienen menos apetito por endeudarse a unas tasas muy altas. La morosidad se ha incrementado. Con este marco económico, la inversión privada se ha frenado.
P. ¿Ha cambiado mucho la política económica con Gustavo Petro?
R. Sí, yo diría que hay un conjunto de reformas que se están proponiendo desde el Gobierno que han generado mucha incertidumbre para los inversionistas. Pero la política económica en Colombia hasta ahora se ha mantenido, digamos, firme, ha cumplido los temas relacionados con la regla fiscal y un cierto juicio en las finanzas públicas. Este Gobierno propende mucho a los subsidios, etcétera. Digamos que de las variables económicas, mucho más que las políticas públicas económicas, esas no han cambiado. Hay anuncios como pretender buscar algún cambio en el modelo, pero todavía no se ha materializado nada de eso. Pero sí hay una cosa y es la incertidumbre que han tenido los inversionistas frente a las reformas, pero también frente al clima económico.
P. Volviendo a la Fundación Grupo Social, es una especie de capitalismo compasivo, lo digo entre comillas.
R. Podría decirse que sí. La Fundación Grupo Social cree en el sistema económico basado en las empresas y en la libertad empresarial. En eso cree profundamente y sus empresas están concebidas para moverse allí. Para competir en una economía de libre mercado. La Fundación no es la típica fundación, no tiene un carácter asistencial. La Fundación no regala, no asiste, no subsidia. La Fundación lo que hace es acompañar a las comunidades y a las personas de menos oportunidades para que ellas mismas se vuelvan gestoras de su propio desarrollo. Y eso lo hace en todas sus dimensiones, en la empresarial y en los programas directos que tiene en los distintos territorios en el país, pero también con sus colaboradores en su gestión integral. Es un sitio que le sirve a la persona de menos recursos para salir adelante y que puedan tomar las riendas de su destino. Tiene ese rol de dar ese empujoncito y de acompañar a las comunidades. No hay que dar el pescado, sino enseñar a pescar. Y yo diría que la Fundación va un pasito más allá, pescamos juntos. Es muy importante la dignidad del ser humano.
«Las empresas deben generar para la sociedad en su conjunto la máxima riqueza posible, mientras que para el dueño, la justa»
P. Se puede decir que la Fundación llega allí donde no llega el Estado de bienestar.
R. Yo diría que sí, pero la fundación no puede reemplazar al Estado. La fundación debe poder demandar del Estado lo que el Estado le corresponde hacer, tanto en las empresas como en los programas directos de trabajo con las comunidades.
P. ¿Cómo funcionan esas comunidades?
R. Son nuestros territorios-progreso que están regados por todo el país. Tenemos la Cartagena no turística, la que queda al otro lado de la ciénaga, que es tremendamente pobre y vulnerable. Neco, que es un municipio de Antioquia, en la costa Caribe, también en Nariño. Tenemos otro municipio pequeño que es Tangua y tenemos en Bogotá dos actuaciones en sitios muy muy excluidos, marginados, y en Algeciras que queda en el Huila, que está en el centro del país. Lo que hacemos es escoger un territorio particularmente pobre y cuando hablamos de pobreza hablamos de pobreza monetaria y de pobreza multidimensional, de condiciones de exclusión particulares, pero en donde la Fundación tenga la posibilidad de trabajar. Si antes trabajábamos por actividades, ahora trabajamos en el territorio con todas las personas que estén en ese territorio. Nuestros funcionarios empiezan a recorrerlo y conocen palmo a palmo lo que pasa allí. Esto es un plan de años, de muchos años. No solo son temas materiales, también de vida en comunidad, de medioambiente, de resolución de conflictos, etcétera. Cuando llegamos, empezamos a medir y después, cada tanto, cada dos años, vamos midiendo qué va pasando en esos territorios para mirar si no es si estamos logrando el impacto que queremos lograr, porque nuestro compromiso con esas comunidades es irnos cuando esas comunidades hayan empezado una ruta de recorrido. Cuando vemos que no hay vuelta atrás, nos vamos y nos instalamos en otro lado.