Estuvo en Zaragoza en una jornada sobre los valores del deporte, la Obra Social y la educación financiera. Las cajas de ahorros se convirtieron en bancos, pero siguen trabajando en lo social.

¿Hasta qué punto?

Las cajas de ahorro tenían muchos años de trayectoria acompañando a la sociedad con acciones más allá de lo financiero, con el objetivo de atender a las personas más desamparadas y garantizar la cohesión social. Durante la pandemia esto se ha puesto de manifiesto más que nunca. La crisis ha sido tremendamente desigual y los colectivos más vulnerables, aquellos con rentas más bajas, los jóvenes en paro, los inmigrantes, han sido atendidos a través de la Obra Social. Por tanto yo creo que la Obra Social tiene un peso importante y lo seguirá teniendo, como se hizo en la pandemia. En este campo ha sido un gran inversor social privado. Las antiguas cajas han movilizado en los últimos cinco años 3.800 millones de euros y 772 millones en 2020.

¿Se sigue notando la diferencia entre las entidades de la CECA y las que están en la Asociación Española de la Banca (AEB)?

La Obra Social está en los orígenes de las cajas de ahorro y sigue estando ahí. A raíz de la ley de cajas y de las entidades bancarias la actividad de las antiguas cajas se segregan en dos: por un lado queda la actividad bancaria, que desarrolla la actividad financiera, y por otro lado la de las fundaciones, que desarrollan la Obra Social. Ese es un elemento diferencial de las entidades adheridas a la CECA.

¿De qué manera se coordinan las actuaciones de la CECA con la AEB?

Ahora hay dos patronales de la banca. En la CECA colaboramos con la AEB a diario, de forma muy estrecha, presentamos iniciativas conjuntas. Un ejemplo muy significativo es todo lo que hemos conseguido hacer de forma conjunta durante la pandemia, respondiendo con una enorme contundencia como no se había hecho nunca. Esto ha hecho posible, por ejemplo, que hayamos conseguido movilizar una cantidad económica muy superior a los fondos europeos que van a llegar en los próximos seis años. Por tanto, la relación es excelente, compartimos muchos puntos de vista, pero es verdad que hay elementos diferenciales, como el que mencionamos de la Obra Social.

Ha hablado de la coordinación de las entidades financieras durante la pandemia. Eso demuestra que la banca ha tenido un comportamiento muy diferente al de la crisis económica anterior.

La banca en esta crisis ha partido de una situación de solidez financiera que nada tiene que ver con la situación anterior, con una gobernanza diferente, lo que ha hecho que las entidades hayan estado en condiciones de ayudar a las pymes, a los autónomos, protegiendo a las empresas, ayudando a las familias. Al final, la banca ha actuado como un dique de contención de la crisis, apoyando a las empresas y a los colectivos más vulnerables. La pregunta es ¿qué hubiese pasado si la banca no hubiese estado ahí aquí para garantizar los pagos, para garantizar unas infraestructuras tecnológicas para que todos pudiésemos trabajar desde casa.

¿Cuál es el estado de la banca después de la crisis económica causada por la covid? ¿Ha salido reforzada?

La opinión pública ha hecho una valoración muy positiva, con una nota de 8 sobre 10, según GAD 3. Ahora bien, la banca tiene otro tipo de retos, entre ellos el de trabajar con unos tipos de interés negativos durante un tiempo tan prolongado. Otro tema es que el obliga a la banca digitalizarse para adaptarse a las exigencias de su cliente y para seguir innovando. Hay también otro desafío que son las ‘fintech’, compañías que actúan en el sector financiero que no están reguladas, por tanto estamos compitiendo en desigualdad de condiciones. Esos son, en términos generales, los desafíos, y a partir de ahí hay que preguntarnos hacia dónde va la banca.

¿Y hacia dónde va?

Hacia una mayor digitalización, de hecho en algunas entidades el número de clientes digitales supera ya el 80%, que es una cifra elevadísima. En todo caso, vemos la digitalización como un motor para la innovación. La banca debe también adaptarse a todo lo que tiene que ver con la atención al cliente, que tradicionalmente era física y se centraba en el producto, mientras que ahora se apuesta más por el servicio. Un servicio de valor añadido muy distinto al que se ofrecía antes, el relacionado con la operativa, que hoy se hace en cuestión de segundos. En última instancia la banca tiene que hacer un esfuerzo por renovarse día a día. Es verdad que la banca española está por encima de la media europea en cuanto a eficiencia, pero todavía hay camino por recorrer, también a través de la reducción de la capacidad instalada, que al albur de esta digitalización se acaba viendo que estamos sobredimensionados. De ahí los procesos de reestructuración que no dejan de ser un poco impopulares. La consolidación de las plantillas no es una cosa nueva, pero la tecnología nos lleva a ganar eficiencia y la rentabilidad. Realmente el gran reto está en las fusiones transnacionales, que es algo de lo que se habla desde hace tiempo, pero no fructifican. En el mercado nacional el nivel de concentración bancaria es superior si se compara con otros países y con una eficiencia superior.